
En Carabanchel, un edificio de los años sesenta ha vivido su segunda juventud gracias al estudio BURR, que lo ha transformado en un hogar único para tres amigas íntimas, María, Sira y Sato. Tras haber compartido piso en varias ocasiones, decidieron dar un paso definitivo: adquirir el bloque entero y convertirlo en su residencia común, sin cerraduras individuales y con espacios diseñados para fomentar la convivencia y el apoyo mutuo El País.
Desde el portal hasta la azotea, cada rincón ha sido pensado para priorizar los espacios públicos: la escalera de terrazo, antaño meramente funcional, se convierte en el núcleo social, interconectando cocinas y salones de las tres plantas, ahora desprovistas de puertas tradicionales y abrazando una proporción invertida de 80 % zonas colectivas y 20 % ámbitos privados El País. Solo los dormitorios y los baños mantienen cerraduras, asegurando la privacidad necesaria para cada una.
Este planteamiento de hogar abierto remite directamente a los principios de las cooperativas de vivienda, donde la propiedad compartida y la gestión comunitaria armonizan intereses individuales y colectivos. Al igual que en un proyecto TPD de financiación colaborativa, las tres propietarias han asumido de manera conjunta tanto la inversión inicial como el cuidado y mantenimiento del edificio, reduciendo intermediarios y dinamizando la vida cotidiana con un modelo participativo.
La intervención respetuosa de BURR mantiene la fachada casi intacta, recuperando elementos característicos de la arquitectura local —como las verjas verdes originales— mientras que en el interior destaca una paleta de materiales nobles (ladrillo visto, vigas metálicas pintadas) que dialoga con la historia del barrio. Este equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo ilustra cómo las gestoras de proyectos cooperativos pueden intervenir sin arrasar el tejido urbano, fomentando una regeneración urbana sostenible y socialmente responsable.
El éxito de esta reforma abre una ventana de oportunidad para inversores y administraciones que buscan modelos de acceso a la primera vivienda alternativos al mercado tradicional. Un bloque sin cerraduras, donde la confianza y las normas compartidas (como “no espiar por los óculos” o “llamar antes de entrar”) sirven de cimiento a una nueva forma de habitar, demuestra que el diseño y la innovación social pueden ir de la mano para crear entornos más cohesionados.